La victoria grandiosa de Julio
en el alma del pueblo vibró;
nueva vida, nuevos hechos,
a Bolivia una gloria le dio.
Y Murillo mostró ante el mundo
el coraje que su alma asombró
y la luz de su tea bendita
a los pueblos de América alumbró.
Desde entonces somos libres
bajo un cielo sin igual
entonando por doquiera
la gloriosa epopeya inmortal.
Cuando el viento del Illimani
bata a ritmo nuestro pendón
¡Oh, cantemos a Murillo
esta noble y sentida canción!
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